La comadrita mágica me dijo que no siguiera por ese camino, que ella llevaba añales intentando marchar y no lo había conseguido. Como es natural, nunca había una sola razón para ella. Tampoco las pruebas, caminos u ocasiones, venían nunca solas.
Nos contaba que en un primer momento entendió su marcha como algo placentero que quiso alargar dentro de una extraña contradicción, porque ¿si su intención era provocar su marcha? ¿porqué pretendía alargarla? Nunca supe si era capricho o un ápice de cobardía ante el fatídico desenlace. Había decidido darse a los excesos etílicos y nicotínicos, sabía que eso mataba más lento, aunque había ocasiones en las que intentaba adelantar el proceso decantándose por algún catalizador químico. Lo que si es cierto es que nunca pensó en volar, eso de acabar despachurrada en la vía pública no la seducía, la estética es importante, decía.
Programaba mentalmente una y otra vez su sepelio, nada de cara tapada, deforme, o pintada como una puerta. Flores, muchas flores blancas, que trajeran y atrajeran a todo aquello maligno que la había acompañado siempre. Aunque fatídico, no podía prescindir de todo ello, después de todo buscaba la paz, la belleza…
Y sigue buscando la forma de marchar, aunque se debate entre el miedo a equivocarse o seguir viviendo equivocada.
a.