Uno se encuentra completamente insensible y de repente, en ese cansancio apático, actitud perfecta para recostarse en el sofá y darle al botón que pone en marcha caja planchada y tonta…
Y aparece la maga tras un vermut de Scala Dei, esa escalera hacia el cielo en la llanura de la altura que te transporta de manera mágica al mismo cielo. Desde allí puedes palparlo, estás en él aunque no goces de sus escritos privilegios, notas su humedad, su densidad; lo sientes tan cerca que te descubres como parte del él.
Y ya en la pantalla, proyectan “La casa de las palomas”, una de esas historias en las que uno no debe dejar de recrearse, sobre todo si nunca las vivió, toda una experiencia vital como “Esplendor en la hierba”, en apariencia con nada en común, solo un nexo: no debes morir sin haberlas vivido, sino las has vivido, míralas, disfrútalas, súfrelas, deja que tu corazón galope en el amor ajeno sino tienes el tuyo… sumérgete en sus miradas, azul océano, verde aguamarina, marrón tierra firme.
Palomas blancas que con su vuelo te seducen ajenas a aquello que provocan, una Córdoba en el llano, desde la sierra, tocando el cielo, como en Scala Dei.
Vive, aunque solo sea durante noventa espléndidos y tórridos minutos.