Un día más dentro de esa nada cotidiana que me contiene y que hace de mi existencia una real inexistencia, donde nunca conocí, nunca amé, nunca viví.
Tan fácil como ir con el retraso de un reloj inerte que ni tan siquiera marca horas eternas, atemporales, fuera del lugar y a la fuga del descrédito del francotirador descubierto tras la masacre en la que un día se convirtió mi vida, desde aquel momento en que todo ser rompió desparramándose, hecha añicos, por los suelos de las cloacas pestilentes , aquellas que se habían convertido en el escenario de la mayoría de las historias cotidianas, de la gente corriente, aquellas que un día, con más o menos importancia, formaron parte del tétrico escenario donde se desarrollaba la mediocre obra sobre mi vida.