Hay quien un día, decide acabar con su existencia temporal en esta dimensión que compartimos y como decisión premeditada, recuerda todos esos apéndices virtuales que se asemejan a uno mismo o como en lo ciento por ciento terrenal que nosotros deseamos mostrar y damos paso, cerrando éste de manera indolora aunque alarmarte.
El mensaje es claro, uno se va, se quieres ir y para siempre, sin dejar rastro alguno de su existencia, por lo menos de aquella que depende de su voluntad directa. No falta quien a modo de honra sigue nombrándole, casi siempre con respeto y pena, alguno hasta con auténtico dolor, y nadie, o casi nadie, respeta su decisión, la de desaparecer por completo, aquella que se ha intentado de manera infructuosa, borrar las huellas de su paso. Y es que ya lo habrán escuchado alguna vez: El crimen perfecto no existe, ni tan siquiera, el practicado contra el propio ser. Siempre queda un hilo del que quizá se pueda tirar, cuyo desruede dé algo más que una maraña de hilos inservibles.
Existe quien, por el contrario y porque sabe lo que tiene entre las manos y es consciente de que se les escapa, que utiliza estos mismos apéndices artificiales para dar constancia de su existencia, para reivindicar su estancia, para hacer latente su existencia, a veces maltrecha, cruel y dolorosa, pero llevada con estoicidad, hasta el último de sus días, hasta la eternidad.
Va por ti, Montse, por tu valentía, por tu fuerza, por todo lo que nos has dado a los que estamos aquí y los que ya se encuentran a tu lado.
Allá donde estés, que seguro que estás, ¡Feliz cumpleaños!