Hasta el dia de hoy, cuando reposa entre mis manos una obra de Dolores Redondo, no siento esa necesidad acuciante tras leer los primeros capítulos, de ojear las últimas páginas y conocer de antemano el final de la historia. La autora, con una maestría que traspasa la excelencia, fusiona la novela negra con el realismo mágico, elegantemente.
Redondo consigue desde la primera página, que me sumerja en su universo mágico y cercano, ese en el que se alojan todas sus historias y que tanto coincide con mi idea de un paraje natural cercano a un escenario legendario.
De muchos es sabido mi atracción por algunas zonas de Navarra, esos territorios fronterizos entre la tierra y el poder intrínseco de ella misma, esos bosques coronados por ellos mismos, guardianes infranqueables del cielo azul inmaculado en los días de verano, cegando los rayos de sol, impidiendo que su luz disuelva la magia que allí descansa, protegiendo todo aquello que allí se alberga.
En esta ocasión la de “La cara norte del corazón”, nos ha mostrado otras tierras de frontera entre lo mundano y lo pagano, trasladando su historia al otro lado del océano, sin dejar de lado esa Navarra que va iendo y viniendo, sin dejar de estar presente esa relación contradictoria entre el amor y el terror que tiene la protagonista.
Sería una aberración hace “spoiler” como ahora llaman al destripe de un argumento, porque en “La cara norte del corazón” se cuentan varias historias pero sobretodo, se sienten, se viven, en esa cara norte y sombría, como esos bosques de Navarra, que tiene nuestro corazón.
Ahora, han pasado varios días desde que leí su última página.
Quizá mañana, la historia sea otra.
