Después de la lluvia todo ha quedado limpio, hemos renovado nuestro caldero.
En él hemos añadido el agua del cielo junto con unas gotas de aceite esencial de mirra para que nos limpie proteja, unas gotas de aceite esencial de naranja para que atraiga la felicidad a nuestro hogar, y nuestro santo del día, hoy día 5 de junio –San Bonifacio– preside la ofrenda desde el norte.

A la izquierda agua traída del Santuario de Lourdes con unas gotas de ruda para que la protección se una con la demanda. A la izquierda, en una posición suroeste, representamos a la madre tierra de una forma muy especial -tres rocas volcánicas provenientes de una caldera canaria, y que nada más recibirlas, tuve la intrepidez de bautizarlas como Alma, Corazón y Vida,
dejándome llevar por su apariencia: un cerebro, y corazón y un cuajarón de sangre. Siguiendo en círculo al pentáculo imaginario, tenemos en posición sureste una barrita de incienso de ruda, para ayudar en la eliminación de la negatividad y al noreste una vela blanca, llena de luz, a modo de ofrenda, que con una larga llama nos indica que trabaja a toda máquina para ayudar en los propósitos de alejar de nosotros todo mal y estar libres de todo terror.