No fue hoy, hace ya varios meses cuando vi caer un cuerpo envuelto en una sábana de un edificio antiguo en la zona centro de la ciudad.
Alrededor de las nueve de la noche paseaba a mi perro por la calle Mayor, esquina con Condes de Bellfort. Me asomé entre el seto, pero éste era tan espeso y la noche tan cerrada que me fue imposible investigar sobre el hecho. Nada más llegar a casa le comenté lo ocurrido a mi marido: “Acabo de ver como caía un cuerpo envuelto en una sábana en el edificio Quevedo”. Mi marido sonrió y me dijo: “Seguro que el viento ha desprendido alguna sábana del tendedero”.
Yo estaba segura de lo que había visto, estaba acostumbrados a los flashes de Guillermina que vaticinaban alguna pérdida. Eso tenía que ser un cadaver envuelto en una sábana porque si no era así, iba a ser algo muy grande.
Pasaron los días y mientras tanto rastreé la prensa y los mentideros locales, nada. No decía nada de lo que yo denominaba asesinato.
Empecé a preocuparme… si no había muerto, la cosa era muy gorda. Así fue como recibí la avanzadilla de la crisis “sanitaria”…
El típico “Con lo que está callendo” me había dicho: “La que va a caer”
