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Creo que mi madre se consuela de la pérdida de mi padre sacando parecidos inexistentes entre nosotras y mis tías paternas. Yo creo que tanto mi hermana como yo tenemos el carácter más parecido a mi padre que a ella, pero de ahí a parecernos a alguien de la familia de mi padre hay un abismo; una diferencia abismal, para decirlo mejor. Nada más es necesario ver cualquier foto y comprobar que no hay parecido. Es verdad que tampoco somos muy parecidas a ella, pero ambas tenemos su voz, aunque no hablamos ese andaluz de rompe y rasga que no ha abandonado pese a llevar casi sesenta años en Cataluña (para que luego haya quien afirme que el castellano -o cualquiera de sus variantes- ha sido oprimido en estas tierras). Don Juan, que en gloria esté, siempre le preguntaba donde había dejado la maleta, haciendo broma, por aquello de no haber perdido el acento.
Mi padre en cambio no tenía aquel deje tan fuerte, su castellano era casi neutro, con un pequeño seseo, nada más.
Esta tarea de sacar parecidos es una especie de terapia ante el dolor que provoca una pérdida, es como si a través de ese parecido estemos transmutando al que se fue sobre el que queda. Y como toda conducta tiene una consecuencia, hay que ser especialmente precavido en ésta. Podría darse el caso de personas que encontrando parecidos en algún descendiente, llegue al extremo de afirmar que el tal no es tal, sino una reencarnación del desaparecido, una especie de resucitado o reencarnado en el caso de aquellos que no han compartido línea temporal, una estampa u secuestros una auténtica transmutación en el caso de que en algún momento compartan la existencia.
Por otro lado, relacionado con esta idea de relacionar, he observado otra conducta situada casi al otro extremo de ésta.
Alguien se nos va y descartamos cualquier parecido con otro ser querido que sigue aquí, pero cuando alguien nos apunta el parecido existente, uno se apresura a negarlo, aunque sea evidente. Diría que, esto es debido a que nuestro inconsciente relaciona directamente la suerte del occiso, y no se desea que el vivo la comparta.
De todo esto, la culpa no la tuvo el chachachá, sino un vestido del Aliexpres que compré.
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