Es como si todas las historias se hubieran borrado, se hubieran arrastrado y desgastado tanto que toda aquella importancia que pareciera no haber existido nunca, no ser más que una quimera que ni tan siquiera tuvo espacio físico en el que desvanecerse.
Tirada en el suelo como una basura, como un trozo de carne muerta carente de espíritu alguno, si éste existe debe ser muy lejos de ahí, de ese lecho helado y lleno de polvo que envasa el despojo humano en que se convirtió tras la partida.
Sin fuerzas para levantarse pero con un apego a la gravedad que la hace subsidiaria de todas sus atracciones, permanece adherida al suelo sin necesidad de ofrecer resistencia a ninguna fuerza. Las propias la abandonan dejándola mientras se difumina en la penumbra de la estancia, ajena y alerta, convencida y avizora, desconsolada e imperturbable, alardeando sin muestra alguna de aquello que quizás se posee pero no se desea,
Y sin atisbo de luminosidad alguna, decidió de manera autómata continuar… como hasta ahora, muerta.
