¿Alguna vez has ido de acampada?
Durante una parte importante de mi vida, eso de pernoctar fuera de casa fue poco más o menos un auténtico imposible.
Y es que eso de ser mujer y estar fuera del domicilio familiar después de las 20.00 en el invierno y las 22.00 en los meses estivales era saltarse el toque de queda impuesto por el gobierno familiar, protector y desigualitario, reinante durante el periodo perfeccionista.
Cuando por fin el régimen terminó, yo era libre de aquello y esclava de otras obligaciones. Durante muchos años, muchos más de los transcurridos en el periodo anterior, ni tan siquiera hubo tiempo de pensar en la posibilidad de realizar una actividad lúdica: el trabajo, la casa, la familia que creé, se convirtieron en los nuevos dictadores de mi vida.
Un cúmulo de circunstancias se agolparon ante las puertas de mi libertad de decisión durante años, tantos que, cuando por fin puedo ser dueña de mis propias decisiones, los años y la salud se han convertido en los nuevos yugos que me impiden correr al monte, o al camping, o a la playa o donde sea, para acampar en paz.
Tal como se han desarrollado los acontecimientos durante toda mi vida, creo que quizá debería plantearme el no tener seguro de decesos, para por fin, poder acampar en la fosa común cuando alcance la vida eterna.
¡Salud!