¿Cuáles son tus objetos personales más preciados?
Recuerdo a una vecina del pueblo que un día decidió dejar su casa en plena noche. Su único equipaje era su hijo Antonio de tres años agarrado de su falda y su hija Federica que con solo unos meses, iba dormida en sus brazos. En su bolsillo, las llaves de su auto.
Acomodó a sus hijos en el pequeño C1 y deambuló por el pueblo hasta encontrar una farmacia de guardia donde compró un bote de Almirón. Seguido se dirigió a un veinticuatro horas y compró una botella de leche, otra de agua y una bolsa de bizcocho. Tuvo suerte –por decir algo- y encontró una habitación en el Hotel Avenida para un par de noches. Aunque no llevaba documentación ni dinero, no hubo problema.
Salma había llegado a pueblo hacía pocos años junto con su marido, un director de oficina bancaria con fama de amable y comprensivo, todo un señor. Ella era esteticista y tenía un negocio muy frecuentado por los paisanos por lo que ambos eran muy conocidos en la localidad. Es por ello que esa noche, el recepcionista nocturno, aunque muy extrañado, no tuvo ningún problema en darle la habitación dejando el pago pendiente, su mujer llevaba años asistiendo cada mes al centro de belleza de Salma.
El recepcionista debió pensar que había tenido alguna avería en casa, quizá el calentador, y se había venido para bañar a los niños. No hizo más cuentas.
Poco tiempo después supimos de la ruptura de la pareja y de porque aquella noche salió de casa con sus hijos y lo puesto. El amable director de banco acostumbraba a menospreciarla en privado. Esa noche se le había ido la mano. Tanto así que Salma salió de casa para salvar la vida de sus hijos y la propia. Ni cogió los documentos, ni cogió dinero.
Al día siguiente, su vida empezó de nuevo, sin mirar atrás. No se llevó nada material, solo humano.
Personalmente, más que apego a las cosas materiales, podría decir que siento apego por aquello que significan algunas cosas materiales. Hoy en día, este apéndice biónico que nos salió a casi todos, ya no es material, es parte de nosotros. Muchas veces pienso en la posibilidad de un desastre por el cual tuviese que abandonar mi casa y, lo único que pienso es en coger los zapatos y salir corriendo.
