Si alguien por casualidad pensaba que esta pregunta está en desuso está de lo más equivocado.
No tengo que rebobinar ni tan siquiera 24 horas para reescuchar la pregunta que durante años fué amén en muchas de nuestras discusiones.
Es curioso ver como la vida va cambiando y curiosamente, lo que más cuesta es siempre lo que primero debería salir de nuestras vidas.
Es rabiosamente denigrante para cualquier pensamiento corriente, ver como es fácil ensañarse con el débil, con aquel que por una u otra circunstancia, no puede defendense o no puede hacer valer sus derechos.
Aveces estar tras un mostrador implica tener una espalda muy ancha y dejar para según que cosas el alma en casa, pero eso sí, sin que se note. Siempre se tiene que ser un actor lo suficientemente bueno como para reflectar empatía en cualquier momento, aunque esten atentando directamente contra uno mísmo.
Y que decir si al dejar el mostrador sales con el recuerdo de aquel impresentable entre ceja y ceja por mucho que seas de los que desconectan, te cojes tu coche, y empecinado con el episodio, tienes la suerte de frenar en un estop y solo te quedas, después del disgusto de la tarde, con el susto del triple trompo en medio de la glorieta sorteando a los cuatro mortales motorizados que tienen también la suerte de salier ilesos del despiste.
Y los culpables no estan presentes. Y posiblemente puestos a buscar culpables, tengamos que pensar mucho.
¿Que puede haber tras este hecho gracias a dios sin consecuencias ireeparables?
Impotencia, una larga cadena de impotencia que revienta lo peor de cada uno y que impregna de bilis purulenta cada poro de inocencia, haciendo de nuestra existencia un infierno.
Bueno, no se pregunten donde queda la política. Porque está en el orden de las cosas, y por ello mi reflexión está catalogada.
Solo hubiera hecho falta dar su orden natural:
Un delito y esa facilidad que tenemos en buscar culpables a la lijera, con la intención de esfumar lo acontecido.
Una agresión desde una posición inexistente. Unas leyes que nunca son a tu medida. Culpa, culpa, culpa…
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