No he llegado a diferenciar, pero si tengo que ser franca, tampoco me preocupa saberlo, el porqué siendo de aquellos que pudiendo tenerlo todo, no tiene absolutamente nada. Y si es a causa de un exceso de pragmatismo estigmatizó en cierta forma su existencia, la comodidad de la cuna como pecado capital hizo de él una copia de aquellos seres humanos que poco a poco van sucumbiendo en la estratosfera social, y como digo, sea lo que sea, me da igual, ya no quiero saberlo, ahora lo sé, lo he aprendido. Y es que una vez hecha la conquista, ya está, uno pasa de niño de mamá –ser un pequeño hijo del furher- a esposo rey de la casa – gran furher-, con todo lo que el significado conlleva. Esta cifra – de la que solamente aludiré a su existencia- que pese a la cercanía en el tiempo hace ya mucho que se convirtió en pasado, aunque todavía parece no entender aquello que se finiquitó aunque sin saberlo -ni tan siquiera yo- hace muchísimo tiempo.
Y encontré la clave a todo aquello que ocurría a mi alrededor, empezó a esclarecerse el mismo día que fui consciente de que algo ocurría a mi alrededor, y es que yo, no me daba cuenta, había aceptado la vida con la impasibidad que solamente debe tenerse tras la muerte…
Aceptaba que el tiempo de las ilusiones había terminado prácticamente tras un fugaz flash con desmelene incluido, tal cual un anuncio de champú barato, estaba convencida de que llegado el momento, todos vivían igual, haciéndose esclavos de su destino.
¿Cómo no me había dado cuenta? ¿En que mundo vivía yo? Y la verdad es que de un tiempo aquí si que había rondado mi cabeza la idea de que mi vida no estaba bien, pero esas veinticuatro horas que nos duran los días estaban demasiado ocupadas en mi caso, y el descanso primaba ante una sesión de reflexión.
Y bueno, llegó el momento en que mis fuerzas empezaron a crecer tras la merma en picado que había supuesto la vida a su lado, y mi problema ahora es más fuerte, pero yo también me siento así, porque ahora siento, siento que siento, siento mi vida, siento la vida.
Y todos sus matices colorean mi vida. Y ahora soy consciente de que los colores se mostrarán sin pudor. Y algunos me gustaran, otros no. Pero ahora yo soy la dueña, y aunque él se empecine en decir que es mi dueño, ya no lo es, ya no es más que un flash de anuncio que no saldrá de mi vida por la simple razón de que compartirá conmigo dos razones muy grandes, nada más.
Y a partir, de ahí, mi vida será otra, va a ser otra, y con la seguridad, de que él no estará en ella.
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querida hermana mayor ya sabes como escribir y q la gente se sienta un poco identificada con tus maravillosas palabras q cuando las leemos nos metemos en el relato muy bueno
Bueno, esta vez, la piel ajena en la que he intentado transmitir es alguien a quien tu conoces muy bien, si crees que ha quedado bien representado, colmas mi ego. Salu2