Volvería a pasar los nervios de la presentación por el mero hecho de ver la cara de mi madre con aquella expresión de orgullo. Ha tenido que pasar toda mi vida para darme la satisfacción de ver a mi madre así. Ese día fue cuando me di cuenta de uno de los grandes porqués de mi estúpida y vacía existencia, pero aunque soy consciente de toda la felicidad ahorrada durante años, no me importa, no me arrepiento de todo ese camino andado porque estoy segura de que esto que recién ocurre no ha sido más que el resultado de todo ello, y si para llegar aquí, he tenido que pasar por todo lo demás, bienvenido y bienaventurado – si es que estoy en mi derecho- sea.

Recuerdo cuando bien chica no sabía como llamar su atención de manera positiva, parecía que la vida se empeñaba en darle la vuelta a mis buenos propósitos, o eso creía yo, y como siempre – y ya lo he dicho más de una vez- creía mal. Me engañaba, “mis buenos propósitos” tenían muy difícil llegar a buen término, y es que también lo he dicho más de una vez, aunque no pueda presumir de que la idea sea mía, es muy difícil construir algo basado en una mentira.

¿Que qué tienen que ver mis propósitos con la mala suerte y con la mentira?

Es muy fácil, si que es verdad que la mentira no ha sido ni fue nunca consciente pero no por ello menos culpable. ¿Que cuál fue la mentira? Seguramente la mentira original de mi propia vida, en el principio de la misma, en mis primeros retos, cuando los dí por míos, no siendo cierto.

Y ahora, cuando hace como quien dice bien poco que empiezo a reconocer todo aquello que estaba escondido, no se si por miedo o por cosas del destino, me doy cuenta que todo aquello que podía hacer feliz a aquellos que me quieren, de la misma forma que a mí, se encontraba escondido en un cajón…

Algunas veces la felicidad se encuentra en sitios extraños y siempre, aunque cueste encontrarla, dentro de uno mismo.

LAMARI DEDICANDO SU LIBRO

UN RELATO PARA OSCAR