Hoy la visto de cerca y he sentido miedo. Su piel pálida, sus ojos ensangrentados, provocaron un flash back terrorífico.
De repente y en un solo instante, vinieron a mi mente aquellos amigos que un día tuve y que muy pronto se quedaron en la cuneta.
En ese instante infinito recordé sus historias, añoré sus risas de la infancia, sentí el pavor adolescente ante sus metamorfosis destructivas, y me dio también tiempo para anhelar las conversaciones que no tuvimos, las confidencias que nunca nos pudimos hacer…
Un instante largo, interminable, donde mi pecho sentía un dolor inaguantable, como si mi corazón fuese estrujado como una bayeta sucia, llena de sangre, una sangre de todos aquellos a los que quizá pude ayudar pero no supe o a lo mejor no me dí cuenta de que necesitaban ayuda o quizá, miré para otro lado.
Ese instante agónico también me invitó a salir de la pasividad, a moverme de esa zona de comodidad en la que me he hecho un hueco y a pensar si realmente, estar parado ahí, no es, estar ya muerto.