Seguramente en estos momentos os encontráis en plena reunión, pensando que a causa de la lluvia no he podido llegar a tiempo. Pues seguramente la providencia puso en mi camino este aguacero hoy para evitar que yo, después de treinta años de ausencia, volviera a compartir el sagrado espacio con vosotras. Y lo siento, o quizá no. Total, si he conseguido sobrevivir tantos años sin saber de vosotras, seguramente podré hacerlo otros tantos. Si he sido capaz de vivir después de la muerte de mi padre, que es la persona a quien yo he querido y sigo queriendo en este mundo, creo que puedo superar cualquier ausencia. Es la vida. Es mi vida. Mi vida siempre estuvo, ironías del destino, “llena” de ausencias, pero doy gracias a que también siempre ha estado llena de verdades, y eso me hace fuerte ante las adversidades cotidianas.
Esta misma mañana me di cuenta que mi sitio no estaba allí, que yo no podía compartir espacio, ni siquiera de manera accidental, con la persona que sesgó mis sueños a golpe de bolígrafo rojo, en un amañado boletín trimestral.
Y es que verla en aquella foto, rodeada de antiguas alumnas, me hizo recordar que yo no recordaba. No entendía como en aquellas fotos no podía distinguir a ninguna de vosotras, solo a ella.
Entonces ha sido cuando me he dado cuenta del error que cometía con mi asistencia.
Quizá en una próxima ocasión, haya empezado a asimilar, quizá no pase nada y todo quede como siempre… no lo sé.
Solo sé, que hoy no es el momento.
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